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Como reconocer que tu relación de pareja es tóxica

Una vez definidos y aclarados los derechos humanos básicos me gustaría aplicarlos a las relaciones de pareja, relaciones que a menudo resultan tóxicas o cuanto menos difíciles…

Estamos acostumbrados, por enseñados y educados, a pensar que cuando hay amor todo vale…

Los celos valen, las manipulaciones valen, las agresiones valen… lo vemos claro en caso de malos tratos físicos pero no solemos percibir tan claro otros tipos de maltrato porque creemos que es «normal» establecer una lucha de poder entre nosotros… lo interpretamos como «poner nuestros límites» o «buscar nuestro espacio»… y entones nos gritamos, nos acusamos y sobre todo tratamos de controlar el comportamiento de la otra persona y cambiarlo por considerar que no debería hacer lo que hace y que si me quisiera debería saber lo que quiero o me molesta…

Y como yo no ejerzo mis derechos a pedir, a ser tratado con respeto, a ser mi propio juez, a no necesitar la aprobación de los demás, a hacer aquello que me lleva a conseguir mis objetivos y me ayuda a estar bien conmigo mismo, no acepto ni consiento que mi pareja se comporte de tal manera que a mí no «me haga feliz»…

Pero creer que alguien, sea quien sea, ha nacido con la responsabilidad de hacerse cargo de mi vida o ha adquirido la obligación de hacerlo por decidir compartir la vida conmigo es pensar desde nuestro ego, es pensar que yo soy más importante que los demás y creer que poseo a la otra persona y tengo derecho a decidir por ella y dirigirle en la vida… y esto significa abusar, y todo abuso es un maltrato.

La mejor noticia es que cada uno de nosotros somos los únicos responsables de nuestra felicidad.

Somos responsables de nuestro respeto hacia nosotros mismos y de nuestro bienestar y por tanto es nuestra obligación buscar y encontrar la persona que coincide de manera espontánea y natural conmigo en mi forma de vivir, en mis deseos y en mis intereses. Y aquello en lo que no sea así, aceptar que tiene derecho a desarrollarse como desee lo mismo que yo, respetando las normas que entre ambos hayamos decidido para el funcionamiento de nuestra relación…

Y si llega un momento en que nuestras divergencias nos hacen incompatibles nuestra responsabilidad y respeto hacia nosotros mismos, lo más conveniente es finalizar la relación antes de hacernos daño… no es necesario «convertir» al otro en un monstruo para darme permiso para decidir que ya no deseo compartir mi vida con esa persona, no hacen falta justificaciones ni poner a nuestros hijos como razón para seguir viviendo en una relación que me daña, que no me permite desarrollarme como yo quiero y que me obliga a vivir de manera que me hace infeliz…

Si realmente nos queremos bien y hemos querido bien a nuestra pareja y queremos bien a nuestros hijos, decidiremos la opción menos dolorosa para todos…

Autoestima, Relación de pareja

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