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El perdón

«El perdón no siempre es fácil. A veces perdonar al que lo causó hace sentir más dolor que el de la herida que se sufrió, y sin embargo, no hay paz sin perdón» Marianne Williamson.

Cuando sufrimos una ofensa, una injuria, una deslealtad, un engaño o un maltrato nos sentimos desarmados, pequeños, rotos… Todo nuestro ser se ve convertido en un mar de sentimientos negativos en el que nos dañamos física y psicológicamente. Lanzamos un montón de juicios negativos hacia nosotros mismos y hacia la persona que nos ha ofendido, generando así reacciones químicas en nuestro organismo que afectan perjudicialmente a nuestra salud. Esto afecta directamente a nuestra autoestima y por lo tanto facilita y provoca diversos trastornos psicológicos y emocionales… así, no sólo sufrimos el  ataque desde fuera sino también desde dentro de nosotros mismos. Parece por tanto, que no queda más remedio si queremos seguir con nuestra vida lejos de la afección de lo sucedido que perdonar…

PERDONAR es una palabra de origen latino que significa literalmente «dar completamente» en su esencia es: per- (completo, total) y donare (dar) lo que nos lleva al concepto de «soltar». Perdonar no es olvidar, no debemos olvidarnos de nuestra experiencia ni de nuestra historia (no ayudaríamos a la supervivencia), debemos aprender de ella…

Si alguien me ofende o abusa de mí y no es capaz de reparar o incluso reconocerlo, me conviene aprender que no debo relacionarme con esa persona, pero «agarrar» y quedarme atrapado en la ofensa recibida me hace daño porque me culpo, me culpo por haber sido tan… y no haber sabido… y no haberle dicho… y no haber hecho… y entonces soy… y para rebajar mi culpa y liberarme de ella tengo que justificar lo que pienso de mi mismo por lo que es preferible pensar que «no deberían haberme tratado así», «no es justo» y vuelta a empezar…

Por esto es imprescindible para perdonar al otro que empiece por perdonarme a mí. Perdonarme por no haber sido capaz de ser de tal manera que le hubiera impedido al otro tratarme así, perdonarme por ser como soy, por no ser perfecto, por no haber sabido anticiparme o defenderme, por haber provocado lo que sucedió… sin justificaciones y asumiendo la frustración y el dolor, sin actos de autoindulgencia, sin victimismo. Y si sé que cometí un error, lo asumo, me responsabilizo, trato de reparar si es posible y aprendo. No hace falta que me castigue por ello.

Si me perdono me calmo, me cuido… y hecho este camino voy aceptando la imperfección del otro tanto como la mía y «suelto»…

Entiendo que no tengo ninguna obligación moral de perdonar, pero también entiendo que si quiero eliminar de dentro de mí el rencor y el deseo de venganza he de tomarme tiempo

Autoaceptación, Autoestima

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